Hacia mucho tiempo que no me aventuraba en un largo viaje como los de antaño, largos años sin un destino que me resultase lo suficientemente interesante, como para dejar durante unas semanas todo de lado y centrarme en mí y en disfrutar el momento.
Como todo buen viaje requiere, he tenido que esperar el tiempo suficiente hasta encontrar el momento idóneo antes de partir a tierras lejanas. ¿Ha merecido la pena? Mucho más que eso, me he demostrado a mi mismo que a pesar de mis treinta y un años, sigo siendo el mismo niño que se deleitaba jugando con una espada de madera.