A raíz del artículo publicado por mi compañero Daniel acerca del sexismo imperante en el mundo del videojuego, no he podido evitar reflexionar al respecto. La explotación del atractivo femenino como reclamo para atraer más audiencia o más compradores es algo que siempre ha estado presente en todas las formas de ocio, y pese a que es un asunto que para algunos puede resultar algo turbio y preocupante, resulta en cierta manera de lo más lógico si tenemos en cuenta quiénes somos y de dónde venimos.
Pero no voy a desbarrar demasiado sobre el tema. La cuestión es que a fuerza de reflexionar y de fijarme en la captura de pantalla que acompañaba el artículo de Daniel recordé que, en fin, sea o no sea un divertimento que apela a nuestra soterrada lujuria o una básica y sucia llamada de atención a nuestros bajos instintos, yo me lo pasé pipa jugando al Dead or Alive Xtreme Beach Volleyball en mi Xbox.